T.O. Nesi e Hijos S. A. era el nombre de la fábrica de tejidos con la que la familia Nesi se ganó la vida durante tres generaciones. La empresa fue fundada en 1926 por los hermanos Omero y Temistocle, en la población de Prato. Dos décadas después de su fundación, en 1945, con el esfuerzo de sus dueños y de sus empleados, la fábrica de los Nesi se levantó sobre sus cenizas después de que un ejército nazi en retirada prendiese fuego a sus telares, pero no pudo sobrevivir a la globalización mundial de la economía y, en 2004, fue vendida a una compañía internacional. La trayectoria de la fábrica de su familia le sirve a Nesi para hablar de “su gente”, un concepto que abarca mucho más sus propios parientes: es todo el tejido industrial textil de Prato. Y así habla de trabajadores concienzudos y responsables, de unos empresarios que no debían nada a los bancos, de telas de calidad que duraban años, del trabajo bien hecho y el descanso merecido. Y aunque lo hace desde su faceta de industrial, y él mismo reconoce su posición de “niño mimado”, habla del orgullo de la industrial textil dignificando a todos esos artesanos, todos los obreros y empleados, y desde la añoranza de un sistema que “dejaba a todos ganar un poco” y elaboraba “los tejidos más bonitos del mundo”. Nesi cuenta cómo todo eso que era real y perfecto se perdió por culpa de gobernantes cegatos, acomplejados y crédulos frente a las corrientes económicas que les engañaron con baratijas, y frente a quienes decidieron producir fuera poniendo luego, eso sí, el “Made in Italy” a las prendas “porque han sido pensadas en Italia”.
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T.O. Nesi e Hijos S. A. era el nombre de la fábrica de tejidos con la que la familia Nesi se ganó la vida durante tres generaciones. La empresa fue fundada en 1926 por los hermanos Omero y Temistocle, en la población de Prato. Dos décadas después de su fundación, en 1945, con el esfuerzo de sus dueños y de sus empleados, la fábrica de los Nesi se levantó sobre sus cenizas después de que un ejército nazi en retirada prendiese fuego a sus telares, pero no pudo sobrevivir a la globalización mundial de la economía y, en 2004, fue vendida a una compañía internacional. La trayectoria de la fábrica de su familia le sirve a Nesi para hablar de “su gente”, un concepto que abarca mucho más sus propios parientes: es todo el tejido industrial textil de Prato. Y así habla de trabajadores concienzudos y responsables, de unos empresarios que no debían nada a los bancos, de telas de calidad que duraban años, del trabajo bien hecho y el descanso merecido. Y aunque lo hace desde su faceta de industrial, y él mismo reconoce su posición de “niño mimado”, habla del orgullo de la industrial textil dignificando a todos esos artesanos, todos los obreros y empleados, y desde la añoranza de un sistema que “dejaba a todos ganar un poco” y elaboraba “los tejidos más bonitos del mundo”. Nesi cuenta cómo todo eso que era real y perfecto se perdió por culpa de gobernantes cegatos, acomplejados y crédulos frente a las corrientes económicas que les engañaron con baratijas, y frente a quienes decidieron producir fuera poniendo luego, eso sí, el “Made in Italy” a las prendas “porque han sido pensadas en Italia”.