Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias literarias, como menos aún, insertarlas decididamente en su determinante momento histórico. El estudio de la Literatura en el siglo XVII parte de la base de la configuración del Barroco y del Clasicismo a partir de idénticas premisas estéticas: la imposibilidad de seguir transitando por los caminos del clasicismo renacentista. El análisis de las correspondientes producciones literarias nacionales europeas da cumplida cuenta de lo que de superación estilística suponen ambos: si el uno se confía al formalismo basado en la imitación de los clásicos, el otro se equipara a ellos para hacerse «clásico» él mismo. Tras la primera centuria de la Edad Moderna europea, caracterizada por el idealismo, Barroco y Clasicismo se constituyen en respuesta válida, desengañada y madura, a un mundo que se va abriendo lentamente, a golpes de escepticismo y descreimiento, a cierto racionalismo materialista.
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Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias literarias, como menos aún, insertarlas decididamente en su determinante momento histórico. El estudio de la Literatura en el siglo XVII parte de la base de la configuración del Barroco y del Clasicismo a partir de idénticas premisas estéticas: la imposibilidad de seguir transitando por los caminos del clasicismo renacentista. El análisis de las correspondientes producciones literarias nacionales europeas da cumplida cuenta de lo que de superación estilística suponen ambos: si el uno se confía al formalismo basado en la imitación de los clásicos, el otro se equipara a ellos para hacerse «clásico» él mismo. Tras la primera centuria de la Edad Moderna europea, caracterizada por el idealismo, Barroco y Clasicismo se constituyen en respuesta válida, desengañada y madura, a un mundo que se va abriendo lentamente, a golpes de escepticismo y descreimiento, a cierto racionalismo materialista.