Me reí. Confieso que me reí sin saber aún qué habría sido del presuntuoso conductor. Sea cual sea el carácter de quien lleva un vehículo, ya se trate de un Ben-Hur a bordo de una cuadriga romana, de un ciclista o de un zulú impulsando a paletazos una piragua, resulta deprimente y humillante que un análogo elemento de transporte se adelante en la ruta. Pero, si además el conductor nos mira con insultante desprecio, es imposible reprimir un hervor de indignación en la sangre.
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Me reí. Confieso que me reí sin saber aún qué habría sido del presuntuoso conductor. Sea cual sea el carácter de quien lleva un vehículo, ya se trate de un Ben-Hur a bordo de una cuadriga romana, de un ciclista o de un zulú impulsando a paletazos una piragua, resulta deprimente y humillante que un análogo elemento de transporte se adelante en la ruta. Pero, si además el conductor nos mira con insultante desprecio, es imposible reprimir un hervor de indignación en la sangre.