Un amor alimentado de recuerdos, del latín re-cordis: «volver a pasar por el corazón».
No es cualquier mujer…
Nadia Vankov está preparada para heredar el trono de Boslavia. Sabe todo lo que debe saber. Tiene la actitud. La sangre. El derecho. Y, sobre todo, la convicción de que sacrificará cualquier cosa para cumplir con su deber. Solo le falta poner un pequeño asuntillo en regla, uno que podría hacer peligrar su situación en palacio; un problema que surgió a raíz de la locura que cometió años atrás, y que involucra a un hombre.
No a cualquier hombre…
Jared Ryan recibe una misteriosa carta sellada por la realeza boslava. Lo último en lo que se le ocurre pensar es en la mujer de la que se enamoró y que desapareció sin dejar rastro. Pero en cuanto recuerda el sufrimiento que aquello le acarreó, decide que, aunque no es nadie para contradecir una orden imperial, va a arriesgarse a ofrecer un acuerdo distinto. Uno con sus condiciones.
A fin de cuentas, a ella le hace falta su firma, él también necesita su autógrafo… ¿Y para qué está el matrimonio, si no es para echarse una mano… en el sentido que sea?
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No es cualquier mujer…
Nadia Vankov está preparada para heredar el trono de Boslavia. Sabe todo lo que debe saber. Tiene la actitud. La sangre. El derecho. Y, sobre todo, la convicción de que sacrificará cualquier cosa para cumplir con su deber. Solo le falta poner un pequeño asuntillo en regla, uno que podría hacer peligrar su situación en palacio; un problema que surgió a raíz de la locura que cometió años atrás, y que involucra a un hombre.
No a cualquier hombre…
Jared Ryan recibe una misteriosa carta sellada por la realeza boslava. Lo último en lo que se le ocurre pensar es en la mujer de la que se enamoró y que desapareció sin dejar rastro. Pero en cuanto recuerda el sufrimiento que aquello le acarreó, decide que, aunque no es nadie para contradecir una orden imperial, va a arriesgarse a ofrecer un acuerdo distinto. Uno con sus condiciones.
A fin de cuentas, a ella le hace falta su firma, él también necesita su autógrafo… ¿Y para qué está el matrimonio, si no es para echarse una mano… en el sentido que sea?