Casey Kaye viaja a Brighton para vender por piezas el orfanato que su padrino le dejó en herencia. Con el movimiento maestro, el viejo pretendía que se hiciera cargo de sus cuentas pendientes, pero para manipular a un hombre como él se necesita algo más que un edificio que se cae en pedazos. Estaba decidido a desmantelarlo cuando por casualidad tropieza con la pista que necesitaba para liquidar una deuda de honor que llevaba años atormentándolo: una pista con forma de mujer. Emma Marston llega a Brighton con la intención de arrimar el hombro en el orfanato. La dedicación a la causa, en la que se refugia para ahuyentar el dolor de un pasado desolador, provoca constantes enfrentamientos con el nuevo gestor de la institución. Él no cede a las amenazas, pero sí parece susceptible a su cercanía, ventaja que no dudará en utilizar para que se comprometa a salvaguardar el bienestar de los niños... aunque en el proceso tenga que vérselas con su peor pesadilla: volver a involucrarse con un hombre. Si bien el frío Casey aplaudiría la inteligencia de una mujer que desconfía de sus afectos, sobre todo de aquella a la que pretende utilizar para sus propósitos, más tarde que pronto empezará a desesperarle la distancia que Emma impone y, para ganarse su corazón, se verá en la obligación de hacer lo que nunca antes hizo en su vida: anteponer la felicidad de la joven a su propia cordura.
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Casey Kaye viaja a Brighton para vender por piezas el orfanato que su padrino le dejó en herencia. Con el movimiento maestro, el viejo pretendía que se hiciera cargo de sus cuentas pendientes, pero para manipular a un hombre como él se necesita algo más que un edificio que se cae en pedazos. Estaba decidido a desmantelarlo cuando por casualidad tropieza con la pista que necesitaba para liquidar una deuda de honor que llevaba años atormentándolo: una pista con forma de mujer. Emma Marston llega a Brighton con la intención de arrimar el hombro en el orfanato. La dedicación a la causa, en la que se refugia para ahuyentar el dolor de un pasado desolador, provoca constantes enfrentamientos con el nuevo gestor de la institución. Él no cede a las amenazas, pero sí parece susceptible a su cercanía, ventaja que no dudará en utilizar para que se comprometa a salvaguardar el bienestar de los niños... aunque en el proceso tenga que vérselas con su peor pesadilla: volver a involucrarse con un hombre. Si bien el frío Casey aplaudiría la inteligencia de una mujer que desconfía de sus afectos, sobre todo de aquella a la que pretende utilizar para sus propósitos, más tarde que pronto empezará a desesperarle la distancia que Emma impone y, para ganarse su corazón, se verá en la obligación de hacer lo que nunca antes hizo en su vida: anteponer la felicidad de la joven a su propia cordura.