Banu es una joven iraní que logra sobrevivir a la guerra que terminará con el resto de la humanidad. Ella será la encargada de crear una nueva civilización: sin enfermedades, sin contaminación, sin… ¿Realmente estamos preparados para leer el futuro? Pirineos, 16 de Abril de 2152. Banu sentía como a cada paso le fallaban las fuerzas. Por fin había llegado a la cima de la escarpada montaña resollando. Percibió las gotas de sudor deslizándose copiosas por su espalda y una fugaz satisfacción calentó su corazón unos instantes, dándole ánimo para continuar. Se había aferrado a su instinto de supervivencia para proseguir, consciente que de lo contrario, jamás lo conseguiría. Durante los últimos kilómetros, había debatido consigo misma si aquello merecía la pena. No tenía certeza alguna de que aquel plan fuese a salir bien, incluso de ser así, que su situación mejorara. Sería mucho más fácil ceder a la tentación de tenderse sobre el suelo, cerrar los ojos y limitarse a aguardar… La paz, que acompaña a la muerte, la inundaría y no tendría que seguir luchando. Experimentó como esa idea la seducía y amenazaba con engullirla, estaba tan cansada para continuar… Había perdido unos doce kilos desde que huyó de Irán, y su reserva de energía menguaba sin cesar. Buscó en su mochila una barrita energética y la devoró con ansia. Su boca reseca masticó la sustancia pastosa y podía sentir como se arrastraba por su esófago. Encontrar agua hasta ahora no había sido una prioridad, pero un día sin consumirla le estaba comenzando a pasar factura.
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Banu es una joven iraní que logra sobrevivir a la guerra que terminará con el resto de la humanidad. Ella será la encargada de crear una nueva civilización: sin enfermedades, sin contaminación, sin… ¿Realmente estamos preparados para leer el futuro? Pirineos, 16 de Abril de 2152. Banu sentía como a cada paso le fallaban las fuerzas. Por fin había llegado a la cima de la escarpada montaña resollando. Percibió las gotas de sudor deslizándose copiosas por su espalda y una fugaz satisfacción calentó su corazón unos instantes, dándole ánimo para continuar. Se había aferrado a su instinto de supervivencia para proseguir, consciente que de lo contrario, jamás lo conseguiría. Durante los últimos kilómetros, había debatido consigo misma si aquello merecía la pena. No tenía certeza alguna de que aquel plan fuese a salir bien, incluso de ser así, que su situación mejorara. Sería mucho más fácil ceder a la tentación de tenderse sobre el suelo, cerrar los ojos y limitarse a aguardar… La paz, que acompaña a la muerte, la inundaría y no tendría que seguir luchando. Experimentó como esa idea la seducía y amenazaba con engullirla, estaba tan cansada para continuar… Había perdido unos doce kilos desde que huyó de Irán, y su reserva de energía menguaba sin cesar. Buscó en su mochila una barrita energética y la devoró con ansia. Su boca reseca masticó la sustancia pastosa y podía sentir como se arrastraba por su esófago. Encontrar agua hasta ahora no había sido una prioridad, pero un día sin consumirla le estaba comenzando a pasar factura.