Como la hija no decía nada, Raúl Sanjurjo añadió irritado:
—¿Me has entendido o no me has entendido, Yoly?
La joven titubeó.
No tenía nada que decirle a Juan. Él ya lo sabía de sobra.
Pero aun así murmuró:
—Sí, papá.
—De acuerdo. Ahora puedes irte. Espero que le veas esta misma tarde y que se lo hagas saber. Creo habértelo advertido seis veces con ésta. Espero que por tu bien, será la definitiva.
—Sí…, papá.
Y es que titubeaba porque en seis veces, en efecto, también había dicho que sí, y al llegar junto a Juan olvidaba su promesa.
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Como la hija no decía nada, Raúl Sanjurjo añadió irritado: —¿Me has entendido o no me has entendido, Yoly? La joven titubeó. No tenía nada que decirle a Juan. Él ya lo sabía de sobra. Pero aun así murmuró: —Sí, papá. —De acuerdo. Ahora puedes irte. Espero que le veas esta misma tarde y que se lo hagas saber. Creo habértelo advertido seis veces con ésta. Espero que por tu bien, será la definitiva. —Sí…, papá. Y es que titubeaba porque en seis veces, en efecto, también había dicho que sí, y al llegar junto a Juan olvidaba su promesa.