Doña Patro Bedriñana suspiró ruidosamente. Era una dama de unos cincuenta y cinco años, de pelo blanco y sonrisa soñadora. Aún creía en los cuentos de hadas y en los amores románticos. Con otro suspiro, dijo: —¡Es tan emocionante, Calixta!… Han llegado ayer, ¿sabes? Todavía no los he visto. Supongo que Ana vendrá a visitarme esta tarde. Mi cuñada me llamó por teléfono y me dijo: «Han llegado, Patro». Estaba tan emocionada como yo. Doña Calixta suspiró a su vez. Nunca se había casado. Tenía que ser muy interesante casarse… Ella tuvo un novio en sus tiempos… ¡Habían pasado tantos años desde entonces! Ya tenía cincuenta… Era terrible, ¡cómo corría el tiempo!
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Doña Patro Bedriñana suspiró ruidosamente. Era una dama de unos cincuenta y cinco años, de pelo blanco y sonrisa soñadora. Aún creía en los cuentos de hadas y en los amores románticos. Con otro suspiro, dijo: —¡Es tan emocionante, Calixta!… Han llegado ayer, ¿sabes? Todavía no los he visto. Supongo que Ana vendrá a visitarme esta tarde. Mi cuñada me llamó por teléfono y me dijo: «Han llegado, Patro». Estaba tan emocionada como yo. Doña Calixta suspiró a su vez. Nunca se había casado. Tenía que ser muy interesante casarse… Ella tuvo un novio en sus tiempos… ¡Habían pasado tantos años desde entonces! Ya tenía cincuenta… Era terrible, ¡cómo corría el tiempo!