Matar era su oficio. Y era un buen profesional. De los mejores. Frío, eficiente, seguro de sí mismo, lúcido y práctico. Parecía un ejecutivo, elegante y de inmejorable presencia. Un buen traje gris azulado, de impecable corte, maletín plano de aluminio recubierto de piel, gafas de sol con montura metálica, aire impersonal y sonrisa fácil. Justo lo que cualquier empresa espera de un buen empleado; lo que cualquier cliente desea de aquella persona con quien ha de tratar de negocios. Sin embargo, no se dedicaba a seguros de vida ni a vender terrenos o fincas. Tampoco representaba a ninguna firma de automóviles o de joyería. Ni tan siquiera a una entidad bancaria o a una firma de ventas a plazos. Su trabajo era asesinar. El crimen era su profesión.
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Matar era su oficio. Y era un buen profesional. De los mejores. Frío, eficiente, seguro de sí mismo, lúcido y práctico. Parecía un ejecutivo, elegante y de inmejorable presencia. Un buen traje gris azulado, de impecable corte, maletín plano de aluminio recubierto de piel, gafas de sol con montura metálica, aire impersonal y sonrisa fácil. Justo lo que cualquier empresa espera de un buen empleado; lo que cualquier cliente desea de aquella persona con quien ha de tratar de negocios. Sin embargo, no se dedicaba a seguros de vida ni a vender terrenos o fincas. Tampoco representaba a ninguna firma de automóviles o de joyería. Ni tan siquiera a una entidad bancaria o a una firma de ventas a plazos. Su trabajo era asesinar. El crimen era su profesión.