—Oye —agarró a su novia por los hombros— ¿Qué nos pasa de un tiempo a esta parte? Te digo, Natalia, lo mejor es casarnos. Yo no aguanto más. Antes, todo nos lo impedía, pero ahora…
—Hablaremos en otra ocasión, Santi.
—Hablas con acento cansado. Como si todo te aburriera.
—Pues yo no tengo la culpa.
—¿Y la tengo yo? —casi exaltado.
—Tampoco. Ya discutiremos eso en otra ocasión, ¿te parece?
Santi la apretó contra sí. ¡Era tan linda y tan maravillosamente femenina! Y tan bella…
Él la quería.
—Hace un siglo que no nos besamos —dijo roncamente.
—Sí… hace tiempo.
Santi la besó en plena boca.
No es que Natalia fuese siempre una apasionada vehemente, ni correspondiera locamente a sus besos, pero… algo más entusiasmada que en aquel momento, sí correspondía.
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—Oye —agarró a su novia por los hombros— ¿Qué nos pasa de un tiempo a esta parte? Te digo, Natalia, lo mejor es casarnos. Yo no aguanto más. Antes, todo nos lo impedía, pero ahora… —Hablaremos en otra ocasión, Santi. —Hablas con acento cansado. Como si todo te aburriera. —Pues yo no tengo la culpa. —¿Y la tengo yo? —casi exaltado. —Tampoco. Ya discutiremos eso en otra ocasión, ¿te parece? Santi la apretó contra sí. ¡Era tan linda y tan maravillosamente femenina! Y tan bella… Él la quería. —Hace un siglo que no nos besamos —dijo roncamente. —Sí… hace tiempo. Santi la besó en plena boca. No es que Natalia fuese siempre una apasionada vehemente, ni correspondiera locamente a sus besos, pero… algo más entusiasmada que en aquel momento, sí correspondía.