—¿Qué hora es? —Las doce y media. Ya preguntó lo mismo hace diez minutos. ¿Por qué no descansa, Reeves? Mi enfermera se mostraba paciente. No podía saber si era bonita o fea, joven o madura. Tenía una voz amable y dulce. Era comprensiva. Es lo único que podía importarme ahora. —Sí, perdone —murmuré—. Es que no puedo dormir… —Tendré que inyectarle un calmante, como me dijo el doctor Lockyer. ¿Por qué no es buen chico y me evita eso, descansando por su propia voluntad?
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—¿Qué hora es? —Las doce y media. Ya preguntó lo mismo hace diez minutos. ¿Por qué no descansa, Reeves? Mi enfermera se mostraba paciente. No podía saber si era bonita o fea, joven o madura. Tenía una voz amable y dulce. Era comprensiva. Es lo único que podía importarme ahora. —Sí, perdone —murmuré—. Es que no puedo dormir… —Tendré que inyectarle un calmante, como me dijo el doctor Lockyer. ¿Por qué no es buen chico y me evita eso, descansando por su propia voluntad?