La enfermera Langtry tiene a su cargo el Pabellón X en un hospital de guerra del trópico. Un pabellón con muy pocos hombres para los que ella es la única imagen de mujer. Son soldados afectados por una de las dolencias más especiales de la guerra: hombres en el límite del equilibrio nervioso a los que el horror de la jungla ha quebrado la resistencia psíquica llevándolos a un estado de absoluta fragilidad. Un nuevo recluta aparentemente sano se integra en esa comunidad al margen aún de la vida diaria del hospital, a esa convivencia tan peligrosa para sanos como enfermos. Será un recluta más de los habitantes especiales del Pabellón. Pero esos hombres han arrastrado hasta allí sus pasiones, sus deseos y su capacidad de matar. El cadáver ensangrentado de uno de ellos es la prueba que debe enfrentar Honour Langtry. La guerra termina, los hospitales y sus pabellones especiales desaparecen. Para la protagonista que en ese infierno conoció hasta el amor ¿qué mundo puede aún construir? Atrás quedan las cegueras histéricas, la homosexualidad, la inseguridad emocional de sus enfermos. Pero Honour Langtry entró demasiado joven en la guerra y sale de ella demasiado tarde para los hijos, la vida de familia, su destino de mujer. Sólo la acompañará su obsesión indigna. ¿Qué otros nombres podría darle a esa mezcla de deber, amor y culpa? Cuánto de obsesivo hay en su entrega y cuánto de indigno en sus recuerdos. ¿En las largas noches del Pabellón Especial todos sus enfermos significaron lo mismo? ¿Ninguno de ellos compartió obsesión e indignidad?
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La enfermera Langtry tiene a su cargo el Pabellón X en un hospital de guerra del trópico. Un pabellón con muy pocos hombres para los que ella es la única imagen de mujer. Son soldados afectados por una de las dolencias más especiales de la guerra: hombres en el límite del equilibrio nervioso a los que el horror de la jungla ha quebrado la resistencia psíquica llevándolos a un estado de absoluta fragilidad. Un nuevo recluta aparentemente sano se integra en esa comunidad al margen aún de la vida diaria del hospital, a esa convivencia tan peligrosa para sanos como enfermos. Será un recluta más de los habitantes especiales del Pabellón. Pero esos hombres han arrastrado hasta allí sus pasiones, sus deseos y su capacidad de matar. El cadáver ensangrentado de uno de ellos es la prueba que debe enfrentar Honour Langtry. La guerra termina, los hospitales y sus pabellones especiales desaparecen. Para la protagonista que en ese infierno conoció hasta el amor ¿qué mundo puede aún construir? Atrás quedan las cegueras histéricas, la homosexualidad, la inseguridad emocional de sus enfermos. Pero Honour Langtry entró demasiado joven en la guerra y sale de ella demasiado tarde para los hijos, la vida de familia, su destino de mujer. Sólo la acompañará su obsesión indigna. ¿Qué otros nombres podría darle a esa mezcla de deber, amor y culpa? Cuánto de obsesivo hay en su entrega y cuánto de indigno en sus recuerdos. ¿En las largas noches del Pabellón Especial todos sus enfermos significaron lo mismo? ¿Ninguno de ellos compartió obsesión e indignidad?