Fue en 1951, un año después de que se publicaran «En busca de lo milagroso» y «Relatos de Belcebú a su nieto», cuando tuve mi primer contacto con las ideas de Gurdjieff. Inmediatamente me di cuenta de que me hallaba ante uno de los grandes pensadores de este siglo. La primera vez que escribí sobre él fue en 1955, en el capítulo final de «The Outsider», donde figura (junto con Ramakrishna y T. E. Hulme) como uno de los pocos que han atisbado una solución para la «enfermedad del hombre del siglo XX». Desde aquel momento he escrito sobre la figura de Gurdjieff en varias obras, entre las que destacan «Lo oculto» y «Mysteries».
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Fue en 1951, un año después de que se publicaran «En busca de lo milagroso» y «Relatos de Belcebú a su nieto», cuando tuve mi primer contacto con las ideas de Gurdjieff. Inmediatamente me di cuenta de que me hallaba ante uno de los grandes pensadores de este siglo. La primera vez que escribí sobre él fue en 1955, en el capítulo final de «The Outsider», donde figura (junto con Ramakrishna y T. E. Hulme) como uno de los pocos que han atisbado una solución para la «enfermedad del hombre del siglo XX». Desde aquel momento he escrito sobre la figura de Gurdjieff en varias obras, entre las que destacan «Lo oculto» y «Mysteries».