Hastings ignoraba en ese momento que Ana Penrose yacía sin vida en el Cementerio Municipal de Gatescastle, bajo una lápida conmemorativa de la trágica efemérides local.Ignoraba que la blanca nieve que caía en el norte de Inglaterra aquellos días, como un blanco sudario frío, estaba cubriendo los restos mortales de la mujer amada.Quizá por eso, por ignorarlo totalmente, Richard Hastings, el joven abogado, emprendió su viaje a Sunderland al día siguiente, en el ferrocarril lento y fatigoso que ascendía por Gran Bretaña, en dirección a las frías regiones del Norte.También ignoraba, al mismo tiempo, que emprendía una auténtica travesía hacia el horror. Hacia un horror indescriptible y delirante, que comenzaría la noche inmediata, mientras él cruzaba con el ferrocarril humeante e incómodo, la amplia campiña inglesa.Un horror que comenzó súbitamente en el cementerio de Gatescastle, con la presencia de algo monstruoso e increíble, mil veces peor que la misma muerte que reinaba allí, silente y majestuosa, entre tumbas y lápidas festoneadas de nieve…Un horror que se presentó, estremecedor, en una de las fosas. En un cadáver…Justamente en el cadáver de la hermosa, etérea, melancólica y enfermiza Ana Penrose, recién sepultada bajo aquella fría tierra helada…
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Hastings ignoraba en ese momento que Ana Penrose yacía sin vida en el Cementerio Municipal de Gatescastle, bajo una lápida conmemorativa de la trágica efemérides local.Ignoraba que la blanca nieve que caía en el norte de Inglaterra aquellos días, como un blanco sudario frío, estaba cubriendo los restos mortales de la mujer amada.Quizá por eso, por ignorarlo totalmente, Richard Hastings, el joven abogado, emprendió su viaje a Sunderland al día siguiente, en el ferrocarril lento y fatigoso que ascendía por Gran Bretaña, en dirección a las frías regiones del Norte.También ignoraba, al mismo tiempo, que emprendía una auténtica travesía hacia el horror. Hacia un horror indescriptible y delirante, que comenzaría la noche inmediata, mientras él cruzaba con el ferrocarril humeante e incómodo, la amplia campiña inglesa.Un horror que comenzó súbitamente en el cementerio de Gatescastle, con la presencia de algo monstruoso e increíble, mil veces peor que la misma muerte que reinaba allí, silente y majestuosa, entre tumbas y lápidas festoneadas de nieve…Un horror que se presentó, estremecedor, en una de las fosas. En un cadáver…Justamente en el cadáver de la hermosa, etérea, melancólica y enfermiza Ana Penrose, recién sepultada bajo aquella fría tierra helada…