Ernest Cotten escuchó a lo lejos el rugido de unos motores y se incorporó en la cama. Era un zumbido apenas perceptible, por lo que supuso que se encontraba a varias millas de distancia. Se puso en pie trabajosamente y avanzando en medio de la penumbra se dirigió hacia la puerta de la habitación. Antes de salir, Cotten volvió la cabeza para comprobar que Hua Pinn continuaba durmiendo. Se quedó mirándola durante unos segundos en los que sus ojos recorrieron el bronceado y curvilíneo cuerpo de la muchacha coreana.
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Ernest Cotten escuchó a lo lejos el rugido de unos motores y se incorporó en la cama. Era un zumbido apenas perceptible, por lo que supuso que se encontraba a varias millas de distancia. Se puso en pie trabajosamente y avanzando en medio de la penumbra se dirigió hacia la puerta de la habitación. Antes de salir, Cotten volvió la cabeza para comprobar que Hua Pinn continuaba durmiendo. Se quedó mirándola durante unos segundos en los que sus ojos recorrieron el bronceado y curvilíneo cuerpo de la muchacha coreana.