De pie en el balcón corrido de Casa Bonita, Mike Bastrop arrojó un puñado de monedas de oro entre los jinetes de su brigada volante y contempló con aire divertido, cómo bregaban unos con otros para conseguir aquel dinero.
Eran hombres endurecidos por la silla, a los que prolongadas renuncias habían ido inclinando hacia el salvajismo. Se trataba de seres andrajosos, que tenían el estómago tan hambriento como el de un lobo, después de la ruta de ida y vuelta hasta Kansas.
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De pie en el balcón corrido de Casa Bonita, Mike Bastrop arrojó un puñado de monedas de oro entre los jinetes de su brigada volante y contempló con aire divertido, cómo bregaban unos con otros para conseguir aquel dinero.
Eran hombres endurecidos por la silla, a los que prolongadas renuncias habían ido inclinando hacia el salvajismo. Se trataba de seres andrajosos, que tenían el estómago tan hambriento como el de un lobo, después de la ruta de ida y vuelta hasta Kansas.