La sencilla pregunta de unos niños – los hijos del autor – da su título a ¿Dónde está Dios, papá? Lo que en un principio iban a ser sólo unas cuantas notas, redactadas para aclarar sus propias dudas, se acabaron convirtiendo en este libro. Como el propio Clemente Gª Novella explica en el prólogo, conforme los párrafos iban surgiendo se dio cuenta de que quizás otros padres se estarían encontrando en su misma situación: la de querer responder ciertas preguntas desde una perspectiva agnóstica o atea, en lugar de con las explicaciones que habitualmente brindan las religiones. A lo largo de 200 páginas, el padre-autor va contestando a las 24 interrogantes que dan inicio a otros tantos capítulos. A pesar del estilo infantil de las preguntas, las respuestas también van dirigidas a lectores adultos, padres o no, que estén interesados en saber algo más sobre las bases racionales que sustentan la no creencia en dioses. En palabras del autor, la pretensión del libro no es convertirse en un «catecismo ateo», sino servir de herramienta para aquellos padres que quieran enseñar a sus hijos unos valores universales de forma directa, sin la intermediación de ninguna divinidad. Tanto niños como adultos han de sentirse libres de poder analizar, sirviéndose del sentido común, cualquier supuesto. Cualquiera, incluidos dos que los credos religiosos suelen dar por sentados: la existencia de los dioses y la existencia del alma.
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La sencilla pregunta de unos niños – los hijos del autor – da su título a ¿Dónde está Dios, papá? Lo que en un principio iban a ser sólo unas cuantas notas, redactadas para aclarar sus propias dudas, se acabaron convirtiendo en este libro. Como el propio Clemente Gª Novella explica en el prólogo, conforme los párrafos iban surgiendo se dio cuenta de que quizás otros padres se estarían encontrando en su misma situación: la de querer responder ciertas preguntas desde una perspectiva agnóstica o atea, en lugar de con las explicaciones que habitualmente brindan las religiones. A lo largo de 200 páginas, el padre-autor va contestando a las 24 interrogantes que dan inicio a otros tantos capítulos. A pesar del estilo infantil de las preguntas, las respuestas también van dirigidas a lectores adultos, padres o no, que estén interesados en saber algo más sobre las bases racionales que sustentan la no creencia en dioses. En palabras del autor, la pretensión del libro no es convertirse en un «catecismo ateo», sino servir de herramienta para aquellos padres que quieran enseñar a sus hijos unos valores universales de forma directa, sin la intermediación de ninguna divinidad. Tanto niños como adultos han de sentirse libres de poder analizar, sirviéndose del sentido común, cualquier supuesto. Cualquiera, incluidos dos que los credos religiosos suelen dar por sentados: la existencia de los dioses y la existencia del alma.