Los dos hombres habían trabajado de firme durante largo rato, bajo un sol de justicia. Por fin, la punta del pico que utilizaba uno de ellos tropezó con algo duro, cuando el hoyo que habían excavado alcanzaba ya casi dos metros de profundidad.
—Me parece que ya hemos llegado, Hank.
—Ya era hora, Seth. Nos ha costado casi tanto como sacarle al viejo el lugar donde tenía escondido su botín.
Seth cambió el pico por la pala y lanzó fuera un par de paladas de tierra. Una losa, de contorno cuadrado, de unos cincuenta centímetros de lado por cinco de grueso, quedó a la vista.
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Los dos hombres habían trabajado de firme durante largo rato, bajo un sol de justicia. Por fin, la punta del pico que utilizaba uno de ellos tropezó con algo duro, cuando el hoyo que habían excavado alcanzaba ya casi dos metros de profundidad.
—Me parece que ya hemos llegado, Hank.
—Ya era hora, Seth. Nos ha costado casi tanto como sacarle al viejo el lugar donde tenía escondido su botín.
Seth cambió el pico por la pala y lanzó fuera un par de paladas de tierra. Una losa, de contorno cuadrado, de unos cincuenta centímetros de lado por cinco de grueso, quedó a la vista.