Llegó al rancho después de una dura jornada y, como buen vaquero, lo primero que hizo fue preocuparse de su caballo. Una vez lo hubo dejado en el establo, convenientemente atendido, se dirigió a la bomba del agua, metió la cabeza debajo y se la mojó, así como el cuello y la cara. Ello le refrescó un tanto y le hizo sentirse mejor. Sacudió la cabeza para alejar las gotas de agua que se escurrían por todas partes. Recogió su sombrero y se dispuso a marchar hacia el barracón de los vaqueros. Alguien le llamó entonces. —¡Dave!
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Llegó al rancho después de una dura jornada y, como buen vaquero, lo primero que hizo fue preocuparse de su caballo. Una vez lo hubo dejado en el establo, convenientemente atendido, se dirigió a la bomba del agua, metió la cabeza debajo y se la mojó, así como el cuello y la cara. Ello le refrescó un tanto y le hizo sentirse mejor. Sacudió la cabeza para alejar las gotas de agua que se escurrían por todas partes. Recogió su sombrero y se dispuso a marchar hacia el barracón de los vaqueros. Alguien le llamó entonces. —¡Dave!