El disparo sonó restallante, reverberando luego en multitud de ecos por las montañas cercanas, antes de extinguirse del todo. Volvió el silencio a la zona, pero fue por poco tiempo. El hombre pescaba tranquilamente en el arroyo, introducido con el agua hasta las rodillas, convenientemente protegido por las botas propias al caso, cuando oyó el disparo y, al mismo tiempo, sintió un agudísimo dolor en la espalda, a la altura del corazón. El salto que dio fue más un acto reflejo que realizado por voluntad propia. Lanzó la caña a lo alto, extendió los brazos y cayó de bruces, provocando un gran chapoteo de espumas con el impacto de su cuerpo. Flotando boca abajo, el pescador, muerto instantáneamente, fue arrastrado un poco por la corriente, hasta quedar detenido por unas ramas situadas a flor de agua, junto a la orilla. Ahora sólo se percibía el leve rumor del arroyo y de las hojas de los árboles, agitadas por una suave brisa, pero no pasó mucho tiempo sin que se alterase de nuevo la situación.
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El disparo sonó restallante, reverberando luego en multitud de ecos por las montañas cercanas, antes de extinguirse del todo. Volvió el silencio a la zona, pero fue por poco tiempo. El hombre pescaba tranquilamente en el arroyo, introducido con el agua hasta las rodillas, convenientemente protegido por las botas propias al caso, cuando oyó el disparo y, al mismo tiempo, sintió un agudísimo dolor en la espalda, a la altura del corazón. El salto que dio fue más un acto reflejo que realizado por voluntad propia. Lanzó la caña a lo alto, extendió los brazos y cayó de bruces, provocando un gran chapoteo de espumas con el impacto de su cuerpo. Flotando boca abajo, el pescador, muerto instantáneamente, fue arrastrado un poco por la corriente, hasta quedar detenido por unas ramas situadas a flor de agua, junto a la orilla. Ahora sólo se percibía el leve rumor del arroyo y de las hojas de los árboles, agitadas por una suave brisa, pero no pasó mucho tiempo sin que se alterase de nuevo la situación.