Dejó el coche en el garaje subterráneo y avanzó unos pasos, haciendo saltar las llaves en la palma de la mano. Tom Nolan se volvió unos segundos después y contempló sonriente y orgulloso el automóvil que se había comprado apenas hacía una semana. Sí, podía sentirse satisfecho de la vida. Había dado con una buena mina, la estaba explotando a fondo y parte de los beneficios habían sido invertidos en aquel lujoso Mercedes descapotable, de color rojo guinda, en el que no faltaba el menor detalle.
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Dejó el coche en el garaje subterráneo y avanzó unos pasos, haciendo saltar las llaves en la palma de la mano. Tom Nolan se volvió unos segundos después y contempló sonriente y orgulloso el automóvil que se había comprado apenas hacía una semana. Sí, podía sentirse satisfecho de la vida. Había dado con una buena mina, la estaba explotando a fondo y parte de los beneficios habían sido invertidos en aquel lujoso Mercedes descapotable, de color rojo guinda, en el que no faltaba el menor detalle.