En Hamburgo, un mensajero llamó a la puerta del apartamento ocupado por Otto von Hartzow. El propio Von Hartzow fue quien abrió la puerta y contestó afirmativamente cuando el mensajero le preguntó su nombre. —Bien, señor, este paquete es para usted. Tendrá la bondad de firmar en el libro… Von Hartzow estudió el paquete durante unos segundos. Parecía una caja de cigarros habanos, muy bien envuelta en vistoso papel, atado con una ancha cinta de color rojo, rematada en un espectacular lazo. Von Hartzow firmó y dio un marco de propina al mensajero. Luego, el destinatario del paquete se retiró al interior de su departamento y se dispuso a saborear uno de los cigarros que le habían enviado. Tenía bastantes amistades, algunas de ellas, femeninas y muy interesantes. Se preguntó quién de ellas era la autora del obsequio.
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En Hamburgo, un mensajero llamó a la puerta del apartamento ocupado por Otto von Hartzow. El propio Von Hartzow fue quien abrió la puerta y contestó afirmativamente cuando el mensajero le preguntó su nombre. —Bien, señor, este paquete es para usted. Tendrá la bondad de firmar en el libro… Von Hartzow estudió el paquete durante unos segundos. Parecía una caja de cigarros habanos, muy bien envuelta en vistoso papel, atado con una ancha cinta de color rojo, rematada en un espectacular lazo. Von Hartzow firmó y dio un marco de propina al mensajero. Luego, el destinatario del paquete se retiró al interior de su departamento y se dispuso a saborear uno de los cigarros que le habían enviado. Tenía bastantes amistades, algunas de ellas, femeninas y muy interesantes. Se preguntó quién de ellas era la autora del obsequio.