La mujer, alta, de porte distinguido, parecía muy furiosa cuando abrió la puerta sin llamar con una violencia de la que nadie la habría creído capaz al ver su aspecto.
Una sirvienta, de mediana edad, oyó el ruido de la puerta al abrirse y corrió al vestíbulo. Inmediatamente, lanzó una exclamación de asombro:
—¡Señorita Hester, no puede entrar!
—¿No? —contestó ella sarcásticamente—. Entonces, ¿estoy fuera de la casa?
—Bueno, señorita… Yo quería decir que… el señor Hobson no está, y claro…
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La mujer, alta, de porte distinguido, parecía muy furiosa cuando abrió la puerta sin llamar con una violencia de la que nadie la habría creído capaz al ver su aspecto.
Una sirvienta, de mediana edad, oyó el ruido de la puerta al abrirse y corrió al vestíbulo. Inmediatamente, lanzó una exclamación de asombro:
—¡Señorita Hester, no puede entrar!
—¿No? —contestó ella sarcásticamente—. Entonces, ¿estoy fuera de la casa?
—Bueno, señorita… Yo quería decir que… el señor Hobson no está, y claro…