Suele decirse, y con fundamentada razón, que el hombre que hace planes para un plazo de tiempo superior a cinco minutos, es hombre que olvida la existencia de una palabra que acostumbra a llamarse destino. Generalmente, dichos planes suelen ser llevados a la práctica; pero quien los haga sin contar con las intemperancias del destino puede exponerse a muy graves fracasos, de algunos de los cuales es difícil, por no decir imposible, reponerse. Esto lo digo por experiencia pues en cierta ocasión me disponía a encender un cigarrillo y tardé bastante más tiempo del que yo creía, en poder ejecutar tan sencillo acto.
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Suele decirse, y con fundamentada razón, que el hombre que hace planes para un plazo de tiempo superior a cinco minutos, es hombre que olvida la existencia de una palabra que acostumbra a llamarse destino. Generalmente, dichos planes suelen ser llevados a la práctica; pero quien los haga sin contar con las intemperancias del destino puede exponerse a muy graves fracasos, de algunos de los cuales es difícil, por no decir imposible, reponerse. Esto lo digo por experiencia pues en cierta ocasión me disponía a encender un cigarrillo y tardé bastante más tiempo del que yo creía, en poder ejecutar tan sencillo acto.