El convoy de la compañía Western y Great Falls avanzaba a buena marcha por la llanura, dejando tras sí una estela de humo de la locomotora, tintineo de los enganches y chasquido de las ruedas al pasar por las juntas de los rieles. En la cabina, el maquinista vigilaba atentamente tanto la perspectiva que se abría ante el tren, como los instrumentos de la locomotora. El fogonero, Jake Mills, mantenía constantemente el fuego en el hogar, arrojando casi sin cesar gruesos troncos a través de la compuerta abierta del pequeño infierno que era lo que movía el tren. El sol había pasado hacía rato el meridiano, pero todavía seguía enviando terribles oleadas de calor a la planicie.
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El convoy de la compañía Western y Great Falls avanzaba a buena marcha por la llanura, dejando tras sí una estela de humo de la locomotora, tintineo de los enganches y chasquido de las ruedas al pasar por las juntas de los rieles. En la cabina, el maquinista vigilaba atentamente tanto la perspectiva que se abría ante el tren, como los instrumentos de la locomotora. El fogonero, Jake Mills, mantenía constantemente el fuego en el hogar, arrojando casi sin cesar gruesos troncos a través de la compuerta abierta del pequeño infierno que era lo que movía el tren. El sol había pasado hacía rato el meridiano, pero todavía seguía enviando terribles oleadas de calor a la planicie.