El páramo era áspero, frío y desolado. Hacia el Oeste, su planicie se veía interrumpida súbitamente por una brusca caída hacia el mar, cuyas olas golpeaban incesantemente la base de los acantilados, en un eterno batallar contra la arenisca y el granito de las rocas, corroyendo sus bases día tras día, año tras año, siglo tras siglo. Hacia el Este, el páramo era una constante sucesión de leves ondulaciones cubiertas de hierba, brazos y matorrales que luchaban denodadamente por sobrevivir en un medio hostil; y la llanura continuaba hasta interrumpirse, a bastantes millas de la costa, en una hilera de agresivas colmas que corrían de Norte a Sur. Al pie de las colinas corría un río, el Bearlodd, y a orillas del Bearlodd se hallaba la aldea de Magshowter. Entre las aldeas y la costa, en el centro del páramo, había un viejo caserón que amenazaba ruina por sus cuatro costados. El caserón era de techo de pizarra, inclinado a dos aguas, y disponía de un par de edificios auxiliares, más pequeños, que habían servido antiguamente como establos y almacén de aperos de labranza y otros utensilios. Los edificios auxiliares se desmoronaban por falta de atención y en sus tejados se veían varios orificios abiertos por la hostilidad de los elementos, orificios que nadie se había cuidado de tapar.
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El páramo era áspero, frío y desolado. Hacia el Oeste, su planicie se veía interrumpida súbitamente por una brusca caída hacia el mar, cuyas olas golpeaban incesantemente la base de los acantilados, en un eterno batallar contra la arenisca y el granito de las rocas, corroyendo sus bases día tras día, año tras año, siglo tras siglo. Hacia el Este, el páramo era una constante sucesión de leves ondulaciones cubiertas de hierba, brazos y matorrales que luchaban denodadamente por sobrevivir en un medio hostil; y la llanura continuaba hasta interrumpirse, a bastantes millas de la costa, en una hilera de agresivas colmas que corrían de Norte a Sur. Al pie de las colinas corría un río, el Bearlodd, y a orillas del Bearlodd se hallaba la aldea de Magshowter. Entre las aldeas y la costa, en el centro del páramo, había un viejo caserón que amenazaba ruina por sus cuatro costados. El caserón era de techo de pizarra, inclinado a dos aguas, y disponía de un par de edificios auxiliares, más pequeños, que habían servido antiguamente como establos y almacén de aperos de labranza y otros utensilios. Los edificios auxiliares se desmoronaban por falta de atención y en sus tejados se veían varios orificios abiertos por la hostilidad de los elementos, orificios que nadie se había cuidado de tapar.