El hombre se apeó del automóvil y entonces vio a la mujer que estaba apoyada en una farola cercana, cosa que le extrañó sobremanera, porque no era un barrio precisamente donde las busconas anduvieran por las noches a la caza de clientes. Frunció el entrecejo y, durante unos segundos, se quedó indeciso, sin saber qué hacer, aunque evidentemente molesto por la presencia de la que estimaba una mujer de vida airada. El era un tipo de unos cincuenta arios, de buena estatura, grueso y con papada. Exudaba prosperidad por todos los poros de su cuerpo, lo que se podía apreciar por la casa en la que se disponía a entrar y que claramente se advertía pertenecía a alguien con un elevado status económico.
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El hombre se apeó del automóvil y entonces vio a la mujer que estaba apoyada en una farola cercana, cosa que le extrañó sobremanera, porque no era un barrio precisamente donde las busconas anduvieran por las noches a la caza de clientes. Frunció el entrecejo y, durante unos segundos, se quedó indeciso, sin saber qué hacer, aunque evidentemente molesto por la presencia de la que estimaba una mujer de vida airada. El era un tipo de unos cincuenta arios, de buena estatura, grueso y con papada. Exudaba prosperidad por todos los poros de su cuerpo, lo que se podía apreciar por la casa en la que se disponía a entrar y que claramente se advertía pertenecía a alguien con un elevado status económico.