Detrás del ataúd, los señores Gardner caminaban sumidos en la aflicción. El padre, vestido enteramente de negro, tenía la cara pálida y contraída. La madre lloraba incesantemente. El vicario, de negro y con alzacuello, llevaba abierta la Biblia y recitaba salmos sin interrupción.—Freddy ya no te tirará piedras, Duddy —dijo Elsa a media voz, mientras acariciaba la cabeza del cachorrillo—. Era un niño malo y ha muerto porque yo se lo dije.El perro ladró alegremente. Luego, cuando Elsa echó a correr, la siguió por el césped, meneando la cola y ladrando y saltando alrededor de la niña todo el rato.A la hora del almuerzo, que Elsa realizaba con su tutor, la niña dijo que había visto pasar el entierro de Freddy Gardner.—Ahora ya no podrá molestar a los perros y los gatos de la vecindad —dijo—. Los niños como Freddy están mejor en el cementerio.El tutor miró con asombro a la chiquilla.
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Detrás del ataúd, los señores Gardner caminaban sumidos en la aflicción. El padre, vestido enteramente de negro, tenía la cara pálida y contraída. La madre lloraba incesantemente. El vicario, de negro y con alzacuello, llevaba abierta la Biblia y recitaba salmos sin interrupción.—Freddy ya no te tirará piedras, Duddy —dijo Elsa a media voz, mientras acariciaba la cabeza del cachorrillo—. Era un niño malo y ha muerto porque yo se lo dije.El perro ladró alegremente. Luego, cuando Elsa echó a correr, la siguió por el césped, meneando la cola y ladrando y saltando alrededor de la niña todo el rato.A la hora del almuerzo, que Elsa realizaba con su tutor, la niña dijo que había visto pasar el entierro de Freddy Gardner.—Ahora ya no podrá molestar a los perros y los gatos de la vecindad —dijo—. Los niños como Freddy están mejor en el cementerio.El tutor miró con asombro a la chiquilla.