Los altavoces del aeropuerto de Helsinki resonaron con fuerza, llamando a los pasajeros para el vuelo a Berlín Occidental, a la vez que les señalaban la puerta hacia la cual debían dirigirse. Un atildado caballero, de unos cuarenta y tantos años, se puso en pie y empezó a caminar con parsimonia. En la mano derecha llevaba un portafolios de color negro. La aglomeración de gente era notable. A veces tenía que apartarse para no chocar con alguien y viceversa.
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Los altavoces del aeropuerto de Helsinki resonaron con fuerza, llamando a los pasajeros para el vuelo a Berlín Occidental, a la vez que les señalaban la puerta hacia la cual debían dirigirse. Un atildado caballero, de unos cuarenta y tantos años, se puso en pie y empezó a caminar con parsimonia. En la mano derecha llevaba un portafolios de color negro. La aglomeración de gente era notable. A veces tenía que apartarse para no chocar con alguien y viceversa.