El hombre subía lentamente a la superficie. A través de la máscara de vidrio, Jim Sheene oteaba las aguas transparentes esperando no tener que enfrentarse con un tiburón. En aquellos parajes, los temibles escualos no eran infrecuentes Ahora que lo había conseguido, pensó, sería mala suerte encontrarse con uno de aquellos tigres marinos. Iba bien armado, pero, aun así, prefería evitar el encuentro. Sheene sentíase muy satisfecho. Pendiente de su cinturón lastrado estaba aquel saquito blanco que contenía la fortuna que le iba a permitir vivir cómodamente el resto de sus días. Había sido una dura temporada de trabajo pero mereció la pena.
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El hombre subía lentamente a la superficie. A través de la máscara de vidrio, Jim Sheene oteaba las aguas transparentes esperando no tener que enfrentarse con un tiburón. En aquellos parajes, los temibles escualos no eran infrecuentes Ahora que lo había conseguido, pensó, sería mala suerte encontrarse con uno de aquellos tigres marinos. Iba bien armado, pero, aun así, prefería evitar el encuentro. Sheene sentíase muy satisfecho. Pendiente de su cinturón lastrado estaba aquel saquito blanco que contenía la fortuna que le iba a permitir vivir cómodamente el resto de sus días. Había sido una dura temporada de trabajo pero mereció la pena.