—Caballeros, con relación al asesinato de Norma Bibbs tengo que hacerles una sensacional revelación. Weddon Erksdale, fiscal de Sealake, paseó la mirada por entre la nutrida concurrencia de periodistas no sólo locales, sino también forasteros, que habían acudido a la ciudad para informar a sus lectores de un asesinato que prometía dar mucho trabajo a las prensas. Varios micrófonos se tendieron hacia el fiscal, con objeto de grabar hasta el menor de sus suspiros. Consciente de ser el centro de la atención general, Erksdale sonrió satisfecho. Era un hombre próximo a la cuarentena, alto, moderadamente fornido, de sienes ligeramente grises y sonrisa atractiva. Erksdale tenía todo el aspecto de un galán de cine que inicia su madurez en el mayor de los éxitos y lo sabía. —Todo el mundo sabe que Norma Bibbs murió destrozada a consecuencia de la explosión de una bomba de relojería que alguien colocó en el despacho de su residencia —continuó el fiscal—. Bien, eso es cierto. La bomba explotó y… Pero la autopsia ha demostrado que antes de que la bomba llegase a estallar, tres personas más habían estado en el despacho de Norma y las tres con la intención de matarla.
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—Caballeros, con relación al asesinato de Norma Bibbs tengo que hacerles una sensacional revelación. Weddon Erksdale, fiscal de Sealake, paseó la mirada por entre la nutrida concurrencia de periodistas no sólo locales, sino también forasteros, que habían acudido a la ciudad para informar a sus lectores de un asesinato que prometía dar mucho trabajo a las prensas. Varios micrófonos se tendieron hacia el fiscal, con objeto de grabar hasta el menor de sus suspiros. Consciente de ser el centro de la atención general, Erksdale sonrió satisfecho. Era un hombre próximo a la cuarentena, alto, moderadamente fornido, de sienes ligeramente grises y sonrisa atractiva. Erksdale tenía todo el aspecto de un galán de cine que inicia su madurez en el mayor de los éxitos y lo sabía. —Todo el mundo sabe que Norma Bibbs murió destrozada a consecuencia de la explosión de una bomba de relojería que alguien colocó en el despacho de su residencia —continuó el fiscal—. Bien, eso es cierto. La bomba explotó y… Pero la autopsia ha demostrado que antes de que la bomba llegase a estallar, tres personas más habían estado en el despacho de Norma y las tres con la intención de matarla.