El enorme gravimóvil que se detuvo a la puerta del laboratorio del doctor Robles era negro, con detalles de oro puro en la carrocería, tales como las manijas de las portezuelas, los adornos de la proa y la popa y hasta la inútil parrilla del morro. Cortinillas de seda auténtica permitían ocultar su interior, si así lo deseaban sus ocupantes, aunque, en aquellos momentos estaban descorridas. —Aquí es, señor Duttweiler —dijo el conductor. Jackson R. Duttweiler se ladeó un poco y miró el edificio a través de la ventanilla. —Miserable —calificó el conjunto. —Es un hombre no muy rico, señor —dijo uno de los acompañantes de Duttweiler. —Lo sé, pero cuando ordenó la construcción de este edificio, tenía dinero. En fin, no hemos venido aquí por una cuestión de buen gusto arquitectónico. Abre, Max.
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El enorme gravimóvil que se detuvo a la puerta del laboratorio del doctor Robles era negro, con detalles de oro puro en la carrocería, tales como las manijas de las portezuelas, los adornos de la proa y la popa y hasta la inútil parrilla del morro. Cortinillas de seda auténtica permitían ocultar su interior, si así lo deseaban sus ocupantes, aunque, en aquellos momentos estaban descorridas. —Aquí es, señor Duttweiler —dijo el conductor. Jackson R. Duttweiler se ladeó un poco y miró el edificio a través de la ventanilla. —Miserable —calificó el conjunto. —Es un hombre no muy rico, señor —dijo uno de los acompañantes de Duttweiler. —Lo sé, pero cuando ordenó la construcción de este edificio, tenía dinero. En fin, no hemos venido aquí por una cuestión de buen gusto arquitectónico. Abre, Max.