El mayoral tiró de las riendas de los caballos, a la vez que aplicaba el freno, y una vez que la diligencia se hubo detenido, saltó del vehículo y se acercó a una de las portezuelas. —Dispense, señorita Farnless —dijo, a la vez que se descubría—. Perdonen, caballeros —se dirigió a los tres restantes ocupantes del carruaje—. Vamos a hacer un alto de unos quince o veinte minutos y, si lo desean, pueden apearse para estirar un poco las piernas. Ahora vienen muy seguidos los repechos de Savage Hills y conviene que los animales estén descansados antes de iniciar la subida. —Muchas gracias, Tom —dijo Vivian Farnless, con una ligera sonrisa—. Sí, creo que estiraré un poco las piernas. —Conductor, ¿cree que este es el sitio más apropiado para detenernos? —preguntó uno de los viajeros. —La mayoría de las veces lo hago así, señor. —Está bien, muchas gracias.
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El mayoral tiró de las riendas de los caballos, a la vez que aplicaba el freno, y una vez que la diligencia se hubo detenido, saltó del vehículo y se acercó a una de las portezuelas. —Dispense, señorita Farnless —dijo, a la vez que se descubría—. Perdonen, caballeros —se dirigió a los tres restantes ocupantes del carruaje—. Vamos a hacer un alto de unos quince o veinte minutos y, si lo desean, pueden apearse para estirar un poco las piernas. Ahora vienen muy seguidos los repechos de Savage Hills y conviene que los animales estén descansados antes de iniciar la subida. —Muchas gracias, Tom —dijo Vivian Farnless, con una ligera sonrisa—. Sí, creo que estiraré un poco las piernas. —Conductor, ¿cree que este es el sitio más apropiado para detenernos? —preguntó uno de los viajeros. —La mayoría de las veces lo hago así, señor. —Está bien, muchas gracias.