Salió del tugurio y caminó con paso inseguro a través de las calles relucientes de humedad. El aire fresco de la noche despejó muy pronto las nieblas que el alcohol había puesto en su cerebro. Bick Barnaw respiró profundamente, en cierto modo aliviado porque había de olvidarlo todo con la bebida. El licor, se dijo, no iba a resolver sus problemas. No era emborrachándose como saldría de la situación en que se hallaba sumido. Debía reaccionar adecuadamente, pensó, mientras, casi de modo maquinal, encaminaba sus pasos hacia los muelles cercanos. Los barcos subían y bajaban suavemente, amarrados a los malecones. Las luces de muchos de los buques se reflejaban en las tranquilas aguas de la bahía. Con amargura, Barnaw pensó que ya no volvería a poner los pies sobre la cubierta de ningún barco. Nadie le quería ni de simple marinero.
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Salió del tugurio y caminó con paso inseguro a través de las calles relucientes de humedad. El aire fresco de la noche despejó muy pronto las nieblas que el alcohol había puesto en su cerebro. Bick Barnaw respiró profundamente, en cierto modo aliviado porque había de olvidarlo todo con la bebida. El licor, se dijo, no iba a resolver sus problemas. No era emborrachándose como saldría de la situación en que se hallaba sumido. Debía reaccionar adecuadamente, pensó, mientras, casi de modo maquinal, encaminaba sus pasos hacia los muelles cercanos. Los barcos subían y bajaban suavemente, amarrados a los malecones. Las luces de muchos de los buques se reflejaban en las tranquilas aguas de la bahía. Con amargura, Barnaw pensó que ya no volvería a poner los pies sobre la cubierta de ningún barco. Nadie le quería ni de simple marinero.