Steyner no hizo el menor caso de aquel mensaje. Era joven, rico y no era el primer anónimo que recibía. Siempre se trataba de personas desequilibradas que buscaban un desahogo de sus manías divirtiéndose con el miedo que sus amenazas inspiraban a la gente. Por tanto, Steyner hizo una pelota con el papel, lo arrojó a la papelera más próxima y se desentendió por completo del asunto.
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Steyner no hizo el menor caso de aquel mensaje. Era joven, rico y no era el primer anónimo que recibía. Siempre se trataba de personas desequilibradas que buscaban un desahogo de sus manías divirtiéndose con el miedo que sus amenazas inspiraban a la gente. Por tanto, Steyner hizo una pelota con el papel, lo arrojó a la papelera más próxima y se desentendió por completo del asunto.