SONÓ el llamador de la puerta dos veces. Dos veces zumbó el suave llamador, recién instalado. Yo me limite a indicar con voz grave: —Adelante, por favor. Está abierto. Así de sencillo fue todo. Debí haber pensado que también la Muerte, según el viejo proverbio chino, acostumbra llamar dos veces. Pero la idea ni siquiera me pasó por la mente. Quizá porque nunca fui aficionado a los proverbios chinos. Ni tuve miedo jamás a la muerte, en parte porque a los treinta años no se acostumbra tener miedo a nada. O a muy pocas cosas.
Description:
SONÓ el llamador de la puerta dos veces. Dos veces zumbó el suave llamador, recién instalado. Yo me limite a indicar con voz grave: —Adelante, por favor. Está abierto. Así de sencillo fue todo. Debí haber pensado que también la Muerte, según el viejo proverbio chino, acostumbra llamar dos veces. Pero la idea ni siquiera me pasó por la mente. Quizá porque nunca fui aficionado a los proverbios chinos. Ni tuve miedo jamás a la muerte, en parte porque a los treinta años no se acostumbra tener miedo a nada. O a muy pocas cosas.