A ciegas es la larga perorata de un utopista desencantado, un enfebrecido monólogo confesional cuyos continuos saltos temporales y digresiones contraponen, superponen o amplifican los sentidos de un melancólico relato complejo y elusivo. Encerrado en un sanatorio mental, Salvatore Cippico rememora desde su demencia, y ya cerca del final de sus días, lo que ha sido su vida, una trayectoria vital que atraviesa los horrores de algunos de los acontecimientos más dramáticos del siglo XX, al tiempo que representa asimismo la grandeza y dignidad de quien es capaz de sacrificar su propio destino por una causa universal, de subordinarse al bien de la humanidad. Cippico participó activamente en diversas contiendas bélicas del pasado siglo. Militante del partido comunista, primero combatió en la Guerra Civil española, luego fue militar del ejército yugoslavo en la Segunda Guerra Mundial. Lo deportaron al campo de concentración de Dachau por partisano y, posteriormente, fue a parar al gulag de Goli Otok por disidente. Finalmente, en los años cincuenta, emigrará a Australia, donde un siglo atrás también terminó sus días el danés Jorgen Jorgensen. De la autobiografía de Cippico pasamos al relato de la tumultuosa vida de este oscuro e intrépido hombre de acción (Jorgensen pasará de autoproclamarse rey de Islandia a ser condenado a trabajos forzados en Australia). Y así, los contornos de las historias de sus vidas se funden y confunden en un delirio de voces en el que resuenan asimismo las de otros malogrados revolucionarios e insumisos perdidos en los pliegues infinitos de la historia; el argonauta al final de cuyo infinito viajar y continuas aventuras sólo encuentra sangre, violencia y, finalmente, la muerte. En A ciegas, Magris recuenta los restos de un naufragio vital colectivo. Narración fragmentaria, sus múltiples e imbricados relatos basculan entre historia y mito, memoria e invención, certidumbre y conjetura.
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A ciegas es la larga perorata de un utopista desencantado, un enfebrecido monólogo confesional cuyos continuos saltos temporales y digresiones contraponen, superponen o amplifican los sentidos de un melancólico relato complejo y elusivo. Encerrado en un sanatorio mental, Salvatore Cippico rememora desde su demencia, y ya cerca del final de sus días, lo que ha sido su vida, una trayectoria vital que atraviesa los horrores de algunos de los acontecimientos más dramáticos del siglo XX, al tiempo que representa asimismo la grandeza y dignidad de quien es capaz de sacrificar su propio destino por una causa universal, de subordinarse al bien de la humanidad. Cippico participó activamente en diversas contiendas bélicas del pasado siglo. Militante del partido comunista, primero combatió en la Guerra Civil española, luego fue militar del ejército yugoslavo en la Segunda Guerra Mundial. Lo deportaron al campo de concentración de Dachau por partisano y, posteriormente, fue a parar al gulag de Goli Otok por disidente. Finalmente, en los años cincuenta, emigrará a Australia, donde un siglo atrás también terminó sus días el danés Jorgen Jorgensen. De la autobiografía de Cippico pasamos al relato de la tumultuosa vida de este oscuro e intrépido hombre de acción (Jorgensen pasará de autoproclamarse rey de Islandia a ser condenado a trabajos forzados en Australia). Y así, los contornos de las historias de sus vidas se funden y confunden en un delirio de voces en el que resuenan asimismo las de otros malogrados revolucionarios e insumisos perdidos en los pliegues infinitos de la historia; el argonauta al final de cuyo infinito viajar y continuas aventuras sólo encuentra sangre, violencia y, finalmente, la muerte. En A ciegas, Magris recuenta los restos de un naufragio vital colectivo. Narración fragmentaria, sus múltiples e imbricados relatos basculan entre historia y mito, memoria e invención, certidumbre y conjetura.