La voz de Cinderella Jones era dulce y cálida como un arrullo, pero a él le sonaba siempre como un clarín de ataque. Una hora y veintidós minutos más tarde su Aston-Martin deportivo de color azul oscuro se detenía delante del número 226 de Runnymere Street, frente a un edificio moderno de cinco pisos dedicado a oficinas. Entró en el edificio, saludó cortésmente al portero y subió al piso tercero, yendo a llamar a una puerta sobre la cual se leía: «J. C. Browniston. Enterprises».
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La voz de Cinderella Jones era dulce y cálida como un arrullo, pero a él le sonaba siempre como un clarín de ataque. Una hora y veintidós minutos más tarde su Aston-Martin deportivo de color azul oscuro se detenía delante del número 226 de Runnymere Street, frente a un edificio moderno de cinco pisos dedicado a oficinas. Entró en el edificio, saludó cortésmente al portero y subió al piso tercero, yendo a llamar a una puerta sobre la cual se leía: «J. C. Browniston. Enterprises».