—Como ve, no es una tarea difícil para un hombre de su talla, y veinticinco mil dólares es una buena suma. —En marcos alemanes. Tengo más confianza en esa moneda. Duke Dart sabía que su advertencia iba a molestar a su interlocutor, por eso la hizo. En efecto, Flint Felton III apretó las facciones, más aún su boca delgada y su mirada fría. El era bien conocido como uno de los máximos «halcones» de su país, uno de los que brindaron con champaña de importación del más caro cuando conocieron la noticia del asesinato del presidente Kennedy, un paladín de la sangrienta intervención en el Vietnam, fervoroso partidario de Wallace, antisemita, antinegro, antiliberal, anti casi todo, especialmente todo lo que atentara al poderío de Wall Street y los grandes trusts, en alguno de los cuales era importante accionista y dirigente. Le gustaba autodefinirse como un «hombre de la antigua frontera» y ciertamente Se parecía a ellos en muchos detalles. Por ejemplo, en éste de venir a Londres a contratar a un mercenario para que le hiciera una faena sucia, con la absoluta certeza de que le bastaría hacer su oferta, eso sí, bien pagada, para que el elegido aceptase, satisfecho.
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—Como ve, no es una tarea difícil para un hombre de su talla, y veinticinco mil dólares es una buena suma. —En marcos alemanes. Tengo más confianza en esa moneda. Duke Dart sabía que su advertencia iba a molestar a su interlocutor, por eso la hizo. En efecto, Flint Felton III apretó las facciones, más aún su boca delgada y su mirada fría. El era bien conocido como uno de los máximos «halcones» de su país, uno de los que brindaron con champaña de importación del más caro cuando conocieron la noticia del asesinato del presidente Kennedy, un paladín de la sangrienta intervención en el Vietnam, fervoroso partidario de Wallace, antisemita, antinegro, antiliberal, anti casi todo, especialmente todo lo que atentara al poderío de Wall Street y los grandes trusts, en alguno de los cuales era importante accionista y dirigente. Le gustaba autodefinirse como un «hombre de la antigua frontera» y ciertamente Se parecía a ellos en muchos detalles. Por ejemplo, en éste de venir a Londres a contratar a un mercenario para que le hiciera una faena sucia, con la absoluta certeza de que le bastaría hacer su oferta, eso sí, bien pagada, para que el elegido aceptase, satisfecho.