La diligencia llegó a Gunsight a la hora de costumbre, sobre el mediodía, cuando el calor era tan fuerte que hasta los lagartos buscaban la sombra. No obstante, había por lo menos una docena de curiosos esperándola delante del almacén de Bates, que al mismo tiempo era hotel y estafeta de Correos. De los curiosos, sólo dos eran yanquis; los restantes indios, mexicanos o mestizos, gente que nunca parecía tener nada que hacer. Un hombre joven, fuerte, de rostro totalmente rasurado y vestido con ropas polvorientas pero, sin lugar a dudas, cortadas en el Este, se apeó, paseó la mirada lentamente a su alrededor y luego se volvió para recoger las dos grandes maletas y el maletín de cuero rojo que constituían su equipaje.
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La diligencia llegó a Gunsight a la hora de costumbre, sobre el mediodía, cuando el calor era tan fuerte que hasta los lagartos buscaban la sombra. No obstante, había por lo menos una docena de curiosos esperándola delante del almacén de Bates, que al mismo tiempo era hotel y estafeta de Correos. De los curiosos, sólo dos eran yanquis; los restantes indios, mexicanos o mestizos, gente que nunca parecía tener nada que hacer. Un hombre joven, fuerte, de rostro totalmente rasurado y vestido con ropas polvorientas pero, sin lugar a dudas, cortadas en el Este, se apeó, paseó la mirada lentamente a su alrededor y luego se volvió para recoger las dos grandes maletas y el maletín de cuero rojo que constituían su equipaje.