Lorna era una de aquellas mujeres con las que uno sueña en las noches solitarias de tormenta. Tendría veinticuatro o veinticinco años, era pelirroja de ojos azules, nariz pequeña y algo respingada, labios carnosos y sensuales. Mediría un metro sesenta y cinco y cada centímetro de su piel era una verdadera obra maestra. Sus pechos eran exuberantes, su cintura estrecha y sus caderas ondulantes. Sus piernas estaban perfectamente contorneadas y tenía todos aquellos ingredientes capaces de volver bizco a un ciego. Estaba tumbada sobre la cubierta del yate dejando que el sol broncease su deliciosa piel. Envidié al sol. Cuando me vio subir por el puentecillo del barco, se puso de pie y me quedé sin respiración. Llevaba un diminuto bikini que no le cubría más que lo imprescindible. —Buenos días, señor Haden. Respondí al saludo lo mejor que pude.
Description:
Lorna era una de aquellas mujeres con las que uno sueña en las noches solitarias de tormenta. Tendría veinticuatro o veinticinco años, era pelirroja de ojos azules, nariz pequeña y algo respingada, labios carnosos y sensuales. Mediría un metro sesenta y cinco y cada centímetro de su piel era una verdadera obra maestra. Sus pechos eran exuberantes, su cintura estrecha y sus caderas ondulantes. Sus piernas estaban perfectamente contorneadas y tenía todos aquellos ingredientes capaces de volver bizco a un ciego. Estaba tumbada sobre la cubierta del yate dejando que el sol broncease su deliciosa piel. Envidié al sol. Cuando me vio subir por el puentecillo del barco, se puso de pie y me quedé sin respiración. Llevaba un diminuto bikini que no le cubría más que lo imprescindible. —Buenos días, señor Haden. Respondí al saludo lo mejor que pude.