Con la cabeza recostada contra el respaldo del asiento, el comandante Robert White permanecía atento a las indicaciones del tablero de instrumentos. Volaba a una velocidad de mil ochocientos kilómetros por hora y a una altitud de doce mil metros. A lo lejos se divisaba la costa oriental de la China popular y un poco antes los pequeños islotes del archipiélago de Liu-Kiu. White accionó los mandos y el avión se elevó aún más silbándose sobre los quince mil metros.
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Con la cabeza recostada contra el respaldo del asiento, el comandante Robert White permanecía atento a las indicaciones del tablero de instrumentos. Volaba a una velocidad de mil ochocientos kilómetros por hora y a una altitud de doce mil metros. A lo lejos se divisaba la costa oriental de la China popular y un poco antes los pequeños islotes del archipiélago de Liu-Kiu. White accionó los mandos y el avión se elevó aún más silbándose sobre los quince mil metros.