Barton Shapiro no podía hacer nada. Nadie podía hacerlo. Los muchachos de cazadoras negras, con los emblemas de halcones llameantes en sus espaldas, estaban arrasando el supermercado de Bridge Road. Y Barton Shapiro, pese a ser el dueño de aquel pequeño supermercado, nada podía intentar siquiera para oponerse a los desmanes de la pandilla. Botellas de licor, estanterías completas de latería, bolsas de patatas o cajas de galletas, eran derribadas, golpeadas, pisoteadas, maltratadas por las botas de los pandilleros implacablemente.
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Barton Shapiro no podía hacer nada. Nadie podía hacerlo. Los muchachos de cazadoras negras, con los emblemas de halcones llameantes en sus espaldas, estaban arrasando el supermercado de Bridge Road. Y Barton Shapiro, pese a ser el dueño de aquel pequeño supermercado, nada podía intentar siquiera para oponerse a los desmanes de la pandilla. Botellas de licor, estanterías completas de latería, bolsas de patatas o cajas de galletas, eran derribadas, golpeadas, pisoteadas, maltratadas por las botas de los pandilleros implacablemente.