Era una mala noche aquélla. Resultaba especialmente mala para un lugar como la costa californiana, aunque en San Francisco no eran extrañas las noches de niebla, ni mucho menos. Sólo que en esta ocasión, además de la niebla, estaba la intensa y fría humedad, y el aire que venía del mar, singularmente gélido para un clima como el de California. Corrientes nórdicas, según los servicios meteorológicos, habían arrastrado esos vientos inclementes hasta allí.
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Era una mala noche aquélla. Resultaba especialmente mala para un lugar como la costa californiana, aunque en San Francisco no eran extrañas las noches de niebla, ni mucho menos. Sólo que en esta ocasión, además de la niebla, estaba la intensa y fría humedad, y el aire que venía del mar, singularmente gélido para un clima como el de California. Corrientes nórdicas, según los servicios meteorológicos, habían arrastrado esos vientos inclementes hasta allí.