Buchenwald, Dachau, Bergen-Belsen… El descubrimiento de los campos de concentración nazis se hizo a medida que avanzaban las tropas aliadas en abril y mayo de 1945. Entre los primeros testigos del infierno había dos corresponsales de guerra: Meyer Levin, estadounidense, escritor y periodista, y Éric Schwab, fotógrafo francés de la agencia France Presse. Ambos judíos, se adentran mano a mano junto a los soldados americanos, cada uno guiado por una obsesión: el primero rastrea lo que queda de la comunidad judía en Europa; el segundo busca a su madre deportada. En cada campo descubren los rostros demacrados de los supervivientes, y montañas de cadáveres. Annette Wieviorka, especialista en memoria del Holocausto mundialmente reconocida, parece deslizarse en la parte trasera del jeep y, siguiendo los pasos de estos dos periodistas, nos permite, de alguna manera, vivir en directo un acontecimiento que aún hoy no ha terminado de sacudirnos. Liberar a los deportados no era, en realidad, un objetivo de guerra: nada o casi nada se había previsto para ellos. Este libro muestra la perplejidad ante la amplitud de los crímenes, la incomprensión, la lenta toma de conciencia de los primeros testigos y el desafío mediático que supuso semejante descubrimiento. El descubrimiento más sobrecogedor del siglo XX, cuya onda de choque no ha terminado aún de sacudir la conciencia internacional, contado en tiempo real.
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Buchenwald, Dachau, Bergen-Belsen… El descubrimiento de los campos de concentración nazis se hizo a medida que avanzaban las tropas aliadas en abril y mayo de 1945. Entre los primeros testigos del infierno había dos corresponsales de guerra: Meyer Levin, estadounidense, escritor y periodista, y Éric Schwab, fotógrafo francés de la agencia France Presse. Ambos judíos, se adentran mano a mano junto a los soldados americanos, cada uno guiado por una obsesión: el primero rastrea lo que queda de la comunidad judía en Europa; el segundo busca a su madre deportada. En cada campo descubren los rostros demacrados de los supervivientes, y montañas de cadáveres. Annette Wieviorka, especialista en memoria del Holocausto mundialmente reconocida, parece deslizarse en la parte trasera del jeep y, siguiendo los pasos de estos dos periodistas, nos permite, de alguna manera, vivir en directo un acontecimiento que aún hoy no ha terminado de sacudirnos. Liberar a los deportados no era, en realidad, un objetivo de guerra: nada o casi nada se había previsto para ellos. Este libro muestra la perplejidad ante la amplitud de los crímenes, la incomprensión, la lenta toma de conciencia de los primeros testigos y el desafío mediático que supuso semejante descubrimiento. El descubrimiento más sobrecogedor del siglo XX, cuya onda de choque no ha terminado aún de sacudir la conciencia internacional, contado en tiempo real.