A Fred Taylor no le agradaba tener que pararse en Tucson, pero su estómago tenía más fuerza que su prudencia y no le quedaba otro remedio; el resto de sus víveres le había servido de desayuno y faltando solamente una hora para la medianoche no había vuelto a probar bocado en todo el día. Aunque no era muy reciente la fecha en que aparecieran los pasquines con su nombre y datos personales, así como la recompensa que ofrecían por su captura, tampoco hacía suficiente tiempo para que nadie se acordara de ello. Éste era el motivo por el que, siéndole de ineludible necesidad entrar en Tucson, lo hacía receloso y contra su voluntad.
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A Fred Taylor no le agradaba tener que pararse en Tucson, pero su estómago tenía más fuerza que su prudencia y no le quedaba otro remedio; el resto de sus víveres le había servido de desayuno y faltando solamente una hora para la medianoche no había vuelto a probar bocado en todo el día. Aunque no era muy reciente la fecha en que aparecieran los pasquines con su nombre y datos personales, así como la recompensa que ofrecían por su captura, tampoco hacía suficiente tiempo para que nadie se acordara de ello. Éste era el motivo por el que, siéndole de ineludible necesidad entrar en Tucson, lo hacía receloso y contra su voluntad.