El doctor Frank Shelley miró por la ventanilla del carruaje. El paisaje que se mostró ante sus ojos distaba mucho de ser alentador. La noche oscura como boca de lobo, era gélida e inclemente. Sólo el vago resplandor blanquecino que se elevaba del nevado suelo y de los arbustos festoneados por el blanco elemento daba una tonalidad fantasmal al panorama de la región que estaban cruzando en esos momentos.
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El doctor Frank Shelley miró por la ventanilla del carruaje. El paisaje que se mostró ante sus ojos distaba mucho de ser alentador. La noche oscura como boca de lobo, era gélida e inclemente. Sólo el vago resplandor blanquecino que se elevaba del nevado suelo y de los arbustos festoneados por el blanco elemento daba una tonalidad fantasmal al panorama de la región que estaban cruzando en esos momentos.