La fachada pos tenor del edificio ocupado por las oficinas y talleres del gran rotativo londinense “Daily News”, daba a una sórdida e ignorada callejuela en la que tan solo de madrugada reinaba cierta animación. Mal alumbrada y bastante descuidada, ganaba prestancia durante las dos horas que tardaba en ponerse en circulación la tirada matutina del popular diario. En la madrugada de un frío día otoñal, cuando mayor era el ajetreo, ocurrió el suceso que, desbordando el marco de la sección de “Sucesos” de toda la prensa inglesa, conmovió a la opinión pública y puso en un brete la fama de Scotland Yard.