La narración comienza en los últimos días de la Gran Paz, el acuerdo que terminó con las batallas entre las urs (similares a centauros), los g’Keks (que se desplazan sobre ruedas), los qheuen (como cangrejos de cinco patas), los traeki (formados por pilas de anillos toroides de distinta función), los hoon (cubiertos de pelo y escamas) y los humanos. Jijo, abandonado por la raza buyur, está declarado en barbecho por los instructores de las Cinco Galaxias, quienes tienen la capacidad de elegir qué especies alcanzarán la inteligencia y el viaje interestelar y quienes no; el hecho de que los seis grupos de renegados se encuentren en Jijo puede suponer que sus especies sean, incluso después de miles de años, multadas por la infracción. Por eso, las seis razas de la Comuna se esfuerzan en borrar sus rastros y en no hacer nada duradero, para que, cuando regresen los Inspectores (quizás tras medio millón de años), no encuentren ningún vestigio de su presencia.
Sin embargo, la inspección parece adelantarse cuando una nave aterriza en Jijo. Muchos de los habitantes se apresuran inmediatamente a destruir todo lo que pueden, en esperanza de ser perdonados, mientras otros se esfuerzan en averiguar las verdaderas intenciones de los tripulantes de la nave.
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La narración comienza en los últimos días de la Gran Paz, el acuerdo que terminó con las batallas entre las urs (similares a centauros), los g’Keks (que se desplazan sobre ruedas), los qheuen (como cangrejos de cinco patas), los traeki (formados por pilas de anillos toroides de distinta función), los hoon (cubiertos de pelo y escamas) y los humanos. Jijo, abandonado por la raza buyur, está declarado en barbecho por los instructores de las Cinco Galaxias, quienes tienen la capacidad de elegir qué especies alcanzarán la inteligencia y el viaje interestelar y quienes no; el hecho de que los seis grupos de renegados se encuentren en Jijo puede suponer que sus especies sean, incluso después de miles de años, multadas por la infracción. Por eso, las seis razas de la Comuna se esfuerzan en borrar sus rastros y en no hacer nada duradero, para que, cuando regresen los Inspectores (quizás tras medio millón de años), no encuentren ningún vestigio de su presencia.
Sin embargo, la inspección parece adelantarse cuando una nave aterriza en Jijo. Muchos de los habitantes se apresuran inmediatamente a destruir todo lo que pueden, en esperanza de ser perdonados, mientras otros se esfuerzan en averiguar las verdaderas intenciones de los tripulantes de la nave.