Es esta Historia natural una disertación en la que David Hume recoge en apretada síntesis lo que a lo largo de los siglos han sido las principales manifestaciones del fenómeno religioso. Tras seguir la evolución a partir de las primeras muestras de creencia politeísta hasta el monoteísmo más sofisticado, quedan señalados en el libro los efectos generales que se derivan de la actitud religiosa, sin olvidar las deformaciones a que históricamente ha dado lugar. Observada desde un ángulo reformista, la obra resulta ser un manifiesto en contra del fariseísmo universal, y una defensa de los valores morales frente a la superstición y el fanatismo doctrinario.
Hay en la Historia natural de la religión un logro que la modernidad hizo suyo y cuya negación sería ya imposible: en la jerarquización de los valores vinculados de un modo u otro al religionismo, Hume —en ocasiones con lenguaje acerado e implacable— se esforzó por combatir la irreflexiva credulidad y la interesada hipocresía desde superiores criterios de exigencia ética y de honestidad intelectual. Es en este punto en el que radica la mayor actualidad de este texto singular, concebido por su autor, a partes iguales, como aguda disquisición histórico-filosófica y como brillante ejercicio literario.
«Agitados por esperanzas y miedos […], los hombres escudriñan con temblorosa curiosidad el curso de las causas futuras y examinan los diversos y contrarios sucesos de la vida humana. Y en este inquieto escenario, con ojos aún más inquietos y asombrados, ven las primeras, oscuras trazas de divinidad».
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Es esta Historia natural una disertación en la que David Hume recoge en apretada síntesis lo que a lo largo de los siglos han sido las principales manifestaciones del fenómeno religioso. Tras seguir la evolución a partir de las primeras muestras de creencia politeísta hasta el monoteísmo más sofisticado, quedan señalados en el libro los efectos generales que se derivan de la actitud religiosa, sin olvidar las deformaciones a que históricamente ha dado lugar. Observada desde un ángulo reformista, la obra resulta ser un manifiesto en contra del fariseísmo universal, y una defensa de los valores morales frente a la superstición y el fanatismo doctrinario. Hay en la Historia natural de la religión un logro que la modernidad hizo suyo y cuya negación sería ya imposible: en la jerarquización de los valores vinculados de un modo u otro al religionismo, Hume —en ocasiones con lenguaje acerado e implacable— se esforzó por combatir la irreflexiva credulidad y la interesada hipocresía desde superiores criterios de exigencia ética y de honestidad intelectual. Es en este punto en el que radica la mayor actualidad de este texto singular, concebido por su autor, a partes iguales, como aguda disquisición histórico-filosófica y como brillante ejercicio literario. «Agitados por esperanzas y miedos […], los hombres escudriñan con temblorosa curiosidad el curso de las causas futuras y examinan los diversos y contrarios sucesos de la vida humana. Y en este inquieto escenario, con ojos aún más inquietos y asombrados, ven las primeras, oscuras trazas de divinidad».